Estuve
pensando en ti.
En como
penetraste mi alma apenas llegue a tocarte.
En tu
compañía en nuestras noches en silencio.
En esos
momentos en los cuales no veía más allá de estar a tu lado.
Abandonaba
mis quehaceres solo para verte a cada rato.
Mis ojos se
dilataban cada vez que te miraba.
No existía
el reloj, porque tu marcabas mis horas.
Y en mi cabeza
ya nada más importaba.
Te construí
un altar. Te posicione encima del resto.
Te hice mi
reina, sin ser yo un rey.
Te idealicé
de una manera casi irreversible.
Sin vos el
día era rutina.
La noche una
agonía.
Todo
esfuerzo en vano.
Vivía
exhalando desgano.
Mi alma no
tenía consuelo.
Solo quería
volver a tenerte,
y retenerte
para siempre.
Pero al
final no valías la pena,
tu precio
era solo una moneda.
No volví a
verte y no me arrepiento de haberte abandonado.
Eras tu una
daga y yo un bobo enamorado,
de momentos
huecos, de la soledad que me causabas,
de noches
eternas creyéndome un Dios al tenerte,
pero de días
en que mi cuerpo vagaba inerte.
¡Que
desgracia!
Haberme
cruzado contigo.
Hoy soy testigo de tu odio hacia la gente,
de tu forma
de matar a quien no te puede dominar,
de tu poder inmenso que cautiva a tantos...
Pero por el
caballo equivocado que nunca ganará,
yo no pienso
apostar ni una sonrisa/pena más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario