miércoles, 17 de enero de 2018

Bullyng

Sospechaba que era una mentira. Sin embargo me decidí a ir, no se bien porqué. Me calce mi mejor camisa con zapatillas para darle un toque sport al asunto.
Sin auto y sin querer transpirar usando mi bicicleta, caminé despacio hacia el shopping, había salido demasiado temprano por mi ansiedad.
Ya en la puerta, miraba a cada rato la hora en mi celular. Ya eran las 8. Quizá se había retrasado, muchas mujeres tardan en arreglarse. Aunque ella no necesitaba nada. Era una joven hermosa por donde la viera.
Pensando en eso, inquieto y nervioso, empecé nuevamente con mis miedos de que fuera todo una broma. De que esto fuera un plan más, entre tantos que mis compañeros del colegio me hacían a diario como para imponer un estatus de que ellos eran más que yo. Siempre ninguneándome sobre mi aspecto: que mis granos, que mi vestimenta desgastada, que siempre tenía mejores notas y hacía todo lo que los profesores al pie de la letra, que no sabía jugar al fútbol.
En fin. Nunca me escapaba de sus chistes hacia mi. Siempre intenté dejarlos pasar, incluso reírme con ellos.
Ya había pasado bastante tiempo esperando allí. Un mensaje. Relojeo el celular y era de ella. Abro el WhatsApp y me encuentro con un mensaje que decía: “Disculpa Martín, no voy a poder ir hoy con vos al cine”. Nuevamente, pero ahora cabizbajo, comencé a marchar hacia mi casa. Quince cuadras interminables.
A una cuadra de mi casa ya se vislumbraba lo que me temía. Cada unos metros había un poste de madera con una inscripción en ella. “Boludo de nacimiento”, “¿Esperabas tanta suerte?, “No vales ni una hamburguesa en el carrito de la esquina” y unos cuantos más, hasta llegar a la puerta de mi casa donde vi colgando un pasacalle que decía: “¿El más inteligente? O ¿el destinado a perder en todo?”.
Y allí estaban ellos, eran un grupito de 5 o 6, no quise verlos bien. Pase rápido, pero uno me agarro de brazo y me dio vuelta sujetándome por la espalda mientras los demás aprovechaban a echarme harina y huevos por toda mi cabeza y cuerpo.
Entendí que no podía reírme con ellos, sino que ellos solo se reían de mi. Mi rabia sirvió solo para entrar a mi casa y de la impotencia echarme desconsoladamente a llorar. Fui rápidamente a bañarme e intentar que la ducha caliente me de un respiro.
¿Cómo entré en su maldita joda? Si sabía que ella siempre andaba con ellos, sabía que nunca me había mirado y que en muchas ocasiones se reía con los demás de mi.
Al salir de la ducha tenia mil mensajes. Todos de ellos. Fotos, audios, gastadas. Todas subidas a las redes sociales, para humillarme aún más. Siempre aguanté. Muchas cosas. Pero en ese momento tenía ganas de desaparecer del mundo.
Luego de vestirme escucho que tocaban la puerta. Estaba ella, radiante, vestida preciosamente, sonriente. Quedé sin saber que decirle. Ella se acercó a mi, me tomó la mano y, siguiendo con su sonrisa en el rostro, me dijo: “Vayamos al cine”.
La miré y sonreí sarcásticamente. Ella estaba en la broma. ¿acaso creería que yo quería seguir siendo humillado? Le negué su propuesta.
“Entiendo tu enojo. Vi por internet las idioteces que hicieron los chicos y por eso decidí venir a acompañarte, a ir a donde desees.” Ella me aseguró no saber nada del plan de mis miserables compañeros de curso. Los atacó en toda la charla e hizo que le creyera.
“¿Qué puedo perder?” me pregunté. Si sigue siendo broma, ya estoy embarrado hasta las rodillas.
Al salir de mi casa vi la decena de carteles que estaban en la cuadra antes de llegar a mi casa tirados en el suelo y, para mi sorpresa, el pasacalle ya no estaba colgado en los postes de luz.
“Mucha gente te valora, solo que se les dificulta hacerle frente a los que se creen dueños de hacer con la vida de otros lo que quieren”.
Aparecieron por la sombra de la vereda de enfrente una docena de mis otros compañeros. Todos me abrazaron. Todos me pidieron disculpas por no frenar esto, aunque algunos conocían el plan, y también se disculparon de una manera muy sincera de no haberle hecho frente a los idiotas en el pasado. Luego de una foto grupal, mi chica, la que me gustaba desde siempre, se volvió a acercar a mi y me besó. De la mano caminamos a paso lento hacia el shopping. Yo entendía cada vez menos.
“¿Porqué estas conmigo aquí?” le pregunte totalmente confundido.
“¿La verdad?” me dijo mirando mis ojos, tomando mis manos y frenando su marcha.
“¿Sabés quién sos?” – “Sos un pibe inteligente, amable, que se preocupa por el otro, que no tiene problema en compartir lo que tiene, que da todo por encajar en un lugar que le es cruel. Además de ser un chico muy lindo, solo que no lo ves. Todo lo que sufres a diario te ha bajado tanto la autoestima que lo que te dicen, es lo que tu mente cree que sos. Una miseria, un perdedor, un inútil y tantas barbaridades más. Pero no es cierto, es hora de que veas quién sos realmente. Y ese chico real, el cual yo si veo, me gusta”.
Su sonrisa se traslado a mi rostro. Lo que escuchaba era en muchos casos verdad y 100% reconfortante.
Vimos la película y la acompañé a su casa. Le agradecí. Y mis ojos hacia mi cambiaron. Y mi andar por las calles dejaron de ser mirando el suelo. Y en la escuela ya no veían los videos de los huevazos, veían a ella y sus abrazos. Veían al resto del curso apoyando a una persona, perdiendo mi humildad, que valía la pena tener al lado.
El bullyng me cegó, me marcó y me hizo creer, lo que no era. Esta historia no debería tener lugar en ningún lado más.